09/07/2020

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Il fut un temps où…
Le ciel brillait plus. Et où c'était la lune qui nous envoyait au lit.
Et les heures uniques de silence pendant la journée étaient celles de la sieste où on dormait aussi.

Il fut un temps où…
Le soleil blanchissait les draps étendus, le temps où on allait partout à bicyclette et où en soirée les trottoirs se remplissaient de chaises occupées par des familles entières qui savouraient un peu d'air frais tout en regardant les enfants qui jouaient, en prenant soin qu'ils ne tombent pas ou ne se bagarrent avec un autre enfant.

...


Hubo un tiempo donde el cielo brillaba más. Y era la luna la que nos mandaba a dormir. Y las horas de silencio durante el día eran de la siesta, que también se dormía.

 Hubo un tiempo en que el sol blanqueaba las sábanas, tiempo donde se iba andando o en bicicleta a los sitios; y por las noches, las aceras se llenaban de sillas ocupadas por familias enteras, tomando el poco fresco que hacía en verano, y viendo a sus hijos jugar y al cuidado de que no se cayeran o riñeran con a
lgún otro niño.


 Hubo un tiempo en el que si llovía, las mujeres sacaban los cubos para llenarlos de agua de lluvia, porque decían que era muy buena para «todo».


Hubp un tiempo en el cual nuestro despertador era nuestra madre o el canto de los pájaros o del gallo, tiempo de bocadillos de mortadela, de coleccionar cromos, de vestir a las muñecas de cartón.
Era un tiempo donde no sobraba nada, excepto el tiempo, que teníamos mucho, para estar con la familia, los amigos y disfrutar de los pequeños detalles de la vida.
Ese era realmente el tiempo de 24 horas al día, donde éramos nosotros quienes manejábamos las agujas del reloj.


Y ahora es la vida quien nos echa de menos a nosotros, porque tenemos de todo menos tiempo.